Traje Regional
Fue escaso hasta tiempos cercanos a nosotros, el ajuar doméstico de las gentes de Sanabria, de la misma forma que sucede en otras comunidades rurales, aisladas geográficamente y casi autárquicas, donde el mueble se limita a lo imprescindible -escaños, arcas, vasares o alacenas-, junto al mobiliario infantil -cunas, corros o tacatás-, fabricados siempre en el propio lugar por artesanos locales y en muchas ocasiones por la propia familia que lo utiliza.
Junto a ellos se ubican, ocupando mayor espacio, los útiles de la actividad agrícola y ganadera -carros, yugos, arados- y aquellos de las pequeñas industrias domésticas, entre los que predominó en Sanabria la actividad dedicada al trabajo del lino; así telares, devanaderas o aspas, ruecas o espadillas, antaño tan cotidianos en la vida de nuestros pueblos y hoy desaparecidos por completo. Junto a ello, presentamos algunas muestras de la indumentaria local, de la que restan actualmente pocos ejemplares.
Del traje femenino destacan los sobrios y elegantes rodaos de bellos tonos oscuros -marrones, color pasa-, junto a los de paño negro, unos y otros bordados con agremanes negros de vidrio o pastas vítreas que imitan el azabache, y cintas sobrepuestas de origen más antiguo; corpiño, gabacha negra y mandil negro, completan, con la imprescindible toca o mantilla -negra también- el traje ceremonial de colores discretos o serios, aptos para las celebraciones religiosas y la boda.
El traje femenino sanabrés de ceremonia o boda consta de una mantilla o toca negra, que aquí se denomina brocador. Se colocaba sobre la cabeza y caía sobre los hombros, dependiendo de la clase social de la mujer que la llevaba, se bordaban más o menos agermanes negros.
Esta mantilla también se utilizaba para protegerse del frío sanabrés y cuando no era utilizado para ceremonias no se bordaba. La blusa de boda, también de color negro, se confeccionaba en telas adamascadas o en terciopelo, llevando algún adorno de encaje.
El rodao (falda abierta a ambos lados) se hacía girar en torno al cuerpo de la mujer y se ceñía a la cintura mediante unas cintas. Solían ser de paño negro cuando se trataba de ceremonias religiosas y bodas, y de colores rojo, verde, azul, en colores pasa o tierras, cuando el traje se destinaba a faenas domésticas o trabajos de labranza o pastoreo. Los trajes de ceremonia, boda o fiestas iban adornados de abalorios negros y con dibujos geométricos o florales, siempre de manera sobria y sencilla.
No falta, como es lógico, el traje de fiesta, con rodao de color -rojo, verde, azul-, en el que los sobrepuestos negros de "azabache" destacan sobremanera. La camisa en este caso será de puños y cuello polícromos (en ello se diferencia de la alistana), como las del sur de León y norte de Zamora.
Gabacha negra, pañuelos estampados y de merino, junto a corpiño, mandil, medias, enaguas blancas de hilo y zapato abotinado en ocasiones, serán el resto de las prendas femeninas, ya casi en el olvido.
Completan el atuendo -sobrio en general de tonos y colores-, collares de vueltas que en algunos casos serán de oro (cuando acompañan al traje ceremonial y si la persona es pudiente); así, sartas de bolas (charras las más de las veces), y delicadas cadenas portuguesas permitirán suspender cruces de filigrana con pequeño esmalte central, traídas de la lejana ciudad de Salamanca.
Los pendientes en este caso serán también de oro, casi siempre portugueses y realizados con chapa de oro embutido y repujado, formando pequeñísimos racimos de uvas, bellotas, etc.
En otras ocasiones, bien con el traje festivo o a diario, lucirán las sanabresas hermosos collares de pasta vítrea que remeda el coral o el azabache, y a menudo formadas de cuentas polícromas, que siguen modelos muy antiguos. Estas vueltas podían ir solas, o con cruces de plata, y acompañadas de pendientes también del mismo metal, de origen leonés.